sábado, 23 de marzo de 2013

La decisión de separarnos..cuando tenemos hijos


Algunas parejas con hijos, conscientes de que una separación les va a repercutir enormemente, van postergando esta decisión. Sienten como el amor que una vez les unió, se ha escapado a hurtadillas por la ventana, el respeto también huyo con él, pero bueno… se  quedo la incomodidad, los reproches, la decepción y la tristeza.

Hay progenitores que se quedan paralizados en ese ambiente más conocido, no por ello más óptimo, justificando que lo hacen por sus hijos. Pero siento decirlo, flaco favor les hacemos, esto será una factura pendiente que tendrán que estar pagando “no me separe por vosotros, pero he sido tan infeliz”.  Qué precio más caro “se sacrifico por mi”, creando un sentimiento de culpa, conflicto de lealtades y de deuda, tremendos.

Podremos pensar todo esto, con la mejor intención, seguro…pero  no nos engañemos,  no es cierto.  Hace falta tener  valentía,  para mirarnos con la suficiente sinceridad y buscar dentro de nosotros. ¿Qué nos hizo quedarnos? A pesar, que a nuestros hijos, no les podemos ofrecer un ambiente en armonía, unos padres tranquilos, ni un modelo de pareja que se respeta y ama maduramente, con sus más y sus menos, pero con amor.

La estructura familiar va a cambiar, por supuesto.  Algunas mamas dicen entre lagrimas “yo quiero que mi hijo viva con su padre”, es cierto los hijos necesitan a ambos padres. Aunque no a costa de todo, la “carga” de  silencios forzados, las malas caras, la indiferencia rondando por todos los rincones, discusiones sin fin o en el peor de los casos, agresiones, viviendo en un caos continuo.  En el que se sienten muy angustiados, porque intuyen el ambiente enrarecido, de un hogar que es todo menos seguro y confiable,  esperando que en cualquier momento, se desate la tormenta.

Nuestros hijos ven nuestras actitudes, aunque las disfracemos de conformidad, siendo éstas  el caldo de cultivo, con que  se irán identificando y construyendo su personalidad, su forma de ser y de sentir el mundo, incluidas las relaciones.

José cuenta “mis padres discutían y yo me escondía en el baño, no podía soportarlo, pensaba: “¡qué paren por favor, qué paren ya”. Lloraba fuerte, intentando poner un freno al descontrol, que sus padres creaban. Esto hizo que poco a poco, fuese adquiriendo una actitud pseudoadulta y perdiendo su mundo de niño, para estar continuamente conectado con el “termostato” emocional de la familia, andando de puntillas, por si acaso.

María sumergida en el marasmo familiar y con unos padres que no se podían sostener, aprendió a no creer en  lo  que ellos le prometían, sintiéndose en tierra de nadie y con una visión de franca desconfianza ante las relaciones con los demás.

Sin embargo, si podemos ser honestos con nosotros mismos y si nuestra relación de pareja  está terminada, tomar la decisión de separarnos no desde la culpa, sino desde la madurez, quizás sea lo más adecuado. Aunque nos de vértigo al pensar, como reiniciar nuestra vida. Si somos capaces de sostenerlos, calmarlos y acompañarlos en este proceso, nosotros creceremos y ellos también, sabiendo que sus padres no están juntos, pero si cada uno presente desde su lugar.


            

sábado, 9 de marzo de 2013

El enamoramiento y el amor



Nos enamoramos, cuando conocemos a alguien y nos sentimos tan fascinados...que nuestras barreras caen. Nos invade una sensación  de plenitud y felicidad, en la que quiero compartir todo con esa persona. ¡Por fin, he conocido a alguien que me siento conectado! El mundo nos parece maravilloso y mi pareja perfecta. 
Pero este estado va decayendo poco a poco… Siendo necesario como transito, para poder construir algo mucho más profundo y solido ¡El amor!
¿He leído bien, construir? Si el amor, no es una sensación como el enamoramiento, en que todo surge y es ideal. El amor es tiempo compartido, es cultivar la relación. Dar y recibir, aceptarnos con nuestras virtudes y defectos. Discutir ¿por qué no? Somos diferentes y con opiniones distintas. 
Sólo, si despertamos de nuestro sueño de pareja ideal.  Podremos encontrar un caminar juntos... unidos por un proyecto común. Acompañarnos y disfrutarnos día a día.


jueves, 28 de febrero de 2013

¡Cómo destruir una relación de pareja!


Aunque no nos demos cuenta, porque no somos conscientes....Todos tendemos a repetir determinados mecanismos, (que arrastramos como "bagaje emocional") provocando que nuestra relación de pareja se resienta. Entre ellos podríamos destacar:
- Pensar que yo siempre tengo la razón.
- No escuchar a mi pareja, en todo caso  oírla
- Gritar, la mejor defensa es un buen ataque.
- No hablar de lo que siento, ante las dificultades, espero que haga el  otr@, culpabilizo, responsabilizo y le exijo sea  a la “carta” según mi deseo.
- Miento, total no se va a enterar, además para tener bronca, le suelto una mentirijilla de nada y así contentos los dos.
- Me muestro celos@, no permito que hablé con otr@s, ni que salga por ahí sin mí. Imagínate que conoce a otra persona. (No pienso que quizás es una cuestión de inseguridad, de hecho, ni se me pasa por la cabeza). Es Mi@.
- No buscar ratos para nosotros, es que después de tanto tiempo me aburre, prefiero hacer otras cosas, ya nos vemos en casa por la noche. (No importa que están los niños,  nuestra amiga la tve o el ordenador, total estamos juntos en la misma casa, aunque ni nos miremos).
- O por el contrario, todo el tiempo que no estamos trabajando, tenemos que estar bien juntitos, para eso somos una pareja ¿no? Nada de tener espacios cada uno y otros compartidos.  (Eso de que el abrazo demasiado fuerte ahoga el amor, es una tontería). Cada vez más pegaditos y más aislados del mundo.  
- No cultivar la relación con miradas cómplices, caricias furtivas, detalles, charlas abrazados... total ya sabe que le quiero.
- Permitir que la pasión se vaya ausentando cada vez más entre nosotros, no provocar momentos propicias, juegos seductores, etc. En todo caso, forzar la situación aquí te pillo, como mera descarga sexual o para que esté content@. Y cuando nos damos cuenta, lo que sentimos por nuestra pareja, es el reconocimiento como madre o padre de nuestros hijos.
- Consentir que la madre campe a sus anchas por nuestra relación, simbólicamente (te ha salido buena la tortilla, pero la de mi madre…) o en presencia física (organizando la casa, imponiendo su voluntad, no respetando la intimidad (en definitiva haciendo de “mama” y nosotros de “nenes”.
- No colaborar en las tareas domésticas y si mi pareja me recrimina, me enfado porque me siento como un niñ@ que le está persiguiendo mamá. En vez de pensar en dialogar sobre cómo repartir las responsabilidades, cada uno hacer lo que mejor le vaya. Provoco discusiones sobre el mismo tema una y otra vez.
- Y por último, en ningún momento tengo en cuenta, que los pilares fundamentales para una pareja son el respeto y el amor, sin ellos no hay ninguna posibilidad. Simplemente pienso que no es “mi media naranja” y por lo tanto, no hay reflexión sobre mi parte de responsabilidad, ni posibilidad de cambio. Sólo tengo que buscar y buscar...relación incansablemente,  hasta que encuentre mi pareja “ideal”.



domingo, 4 de noviembre de 2012

El proceso de duelo


Todos a lo largo de la vida, hemos perdido seres queridos, nos ha invadido la desilusión cuando se han roto nuestro ideales,  hemos sufrido ante la decepción de relaciones fallidas,  nos ha desesperado la situación de vernos privados del derecho a tener un puesto de trabajo o nos hemos visto en la disyuntiva de tener que dejar nuestra tierra, nuestro hogar y marcharnos a un destino, cuanto menos incierto. En definitiva, hemos tenido que pasar situaciones dolorosas, que nos han hecho tambalearnos psíquicamente, debido a la dificultad para digerirlas, hacernos a la idea, adaptarnos y superarlas. 

Cada vez que  vivimos este proceso, nos enfrentamos a los sucesivos duelos, que indefectiblemente tenemos que atravesar en nuestro caminar por la vida.

¿Pero qué es un duelo? Es la reacción psicológica, emocional, física y social de aflicción y dolor cuando la relación afectiva con algo o alguien importante se rompe, sin posibilidad de continuidad. Hay autores que lo plantean enumerando diferentes etapas, yo prefiero describirlo como un “oleaje turbulento de emociones” que van y vienen, sin que la racionalidad tenga nada que hacer.  Teniendo a veces la sensación de “perder la cabeza”, otras sintiéndonos atrapadas por una enorme tristeza o azotados por una gran rabia de “porque me sucede esto a mí” enfadándonos enormemente con el mundo. También,  nos podemos descubrir negando lo que ocurre, como si de pronto nos fuéramos a despertar de un mal sueño o dejándonos llevar por una gran culpa castigándonos de “por qué no hicimos esto o lo otro”.

¿Cómo podemos elaborarlo y adaptarnos a la nueva situación? El proceso de duelo se asemeja al pasaje por un túnel, la manera de llegar al final,  es transitarlo,  no hay otra salida. Este camino es duro, doloroso y confuso, pero no hay otra posibilidad  para salir fortalecidos de esta experiencia y curar las heridas.

No sirve negarlo, desear huir o boicotearnos porque no es lo adecuado y tendríamos que estar bien ¡ya! La única manera de superar la ausencia y la añoranza de lo que fue, (pero ya no volverá a ser) es permitirnos vivir lo que nos está ocurriendo, sin prisas, comprendiéndonos a nosotros mismos y cuidándonos, en este periodo de convalecencia. Si no es así, podemos acabar en un duelo patológico, bien porque a pesar del tiempo transcurrido, se ha cronificado la situación en un continuo “mirar” lo perdido, con una incapacidad absoluta para seguir con la vida. O, por sentirnos totalmente desbordados emocionalmente, llevando a cabo actividades evitativas del dolor, que ponen en peligro la integridad física voluntaria o involuntariamente. En tal caso, se recomienda buscar un terapeuta que nos acompañe en este devenir.

jueves, 28 de junio de 2012

¿Disfrutas de tu sexualidad?


La sexualidad es una tierra fértil, para verse invadida por mitos, falsas creencias y tabús. Estamos acostumbrados a andar bien arropados, con nuestra mejor imagen. ¿Y qué pasa cuando nos desnudamos y nos mostramos vulnerables? ¿Somos capaces, de a la par que tiramos nuestra ropa, para encontrarnos con el cuerpo desnudo de nuestro amante... también desprendernos de nuestras inseguridades, prejuicios y expectativas trasnochadas?

Aquí, ya no sirve como en otras facetas de nuestra vida, mantener el tipo, con todo controlado y estudiado.  Si es así, no seré capaz de perderme, dejarme llevar por lo que siento... y permitir que fluya la emoción, a través de la confianza, la complicidad y la ternura. El guiar y dejarme acompañar, recorriendo juntos cada centímetro de nuestra piel, descubriendo rincones de placer y  valles de calma y espera... para volver a re-encontrarnos y continuar en el mutuo  éxtasis. 

Solamente si podemos despojarnos de lo accesorio, llegaremos a unirnos de una forma profunda e intima, dándonos el tiempo necesario para entregarnos en el juego de deseo...No hay ninguna creencia que tenga que acompañarnos, cada pareja crea su propio mundo, en el que lo importante es compartir y crecer juntos. 

Pero cuando permitimos que se cuelen por la puerta de atrás, los fantasmas de lo conveniente o lo ideal, estamos permitiendo que empiece a derrumbarse lo mágico y lo espontaneo, de lo construido. Entre ellos, podemos encontrar:
 Me da miedo no saber hacer, como si tuviéramos que tener el libro de instrucciones debajo de la cama.
- El tamaño importa, por supuesto, cuanto más grande es nuestra entrega, más nos embargará el goce y más entrelazados nos sentiremos con el otro.
-   Hay que llegar al orgasmo, si no es que no ha disfrutado, bueno en realidad, tenemos que acabar los dos a la vez… como si el placer sólo estuviera en llegar a la cumbre y me pierdo las sensaciones de cada caricia, cada beso, cada mirada y cada parcela de nuestra piel vibrante, al ser tocada por unas manos insaciables.
- El otro tiene que adivinar mis deseos y mis preferencias, claro alguien a la  “carta”, yo no puede expresar con palabras, miradas, no hay un descubrimiento y un sorprendernos juntos.
- O también podemos sentirnos invadidos por preguntas ¿cuál es la frecuencia adecuada? ¿Y la intensidad? ¿Y cuánto tiene que durar?

p    parejas


domingo, 24 de junio de 2012

Nuestra imagen corporal


 “Tengo las caderas muy anchas, no me voy a poner pantalones ajustados”. O “Me da vergüenza ir a la playa y ponerme en bikini, tengo un montón de celulitis”...

¿Quién de nosotros no ha oído estas conversaciones o no lo ha pensado alguna vez, formando parte de nuestros diálogos internos? Y esto no nos engañemos no tiene que ver con que una persona sea atractiva o no,  la dificultad está en que  ellos no pueden mirarse así. Hacen una distorsión de su imagen: deformándola, fijándose en aspectos insignificantes, dándoles una importancia extrema hasta al punto que el resto del cuerpo deja de existir. Pero el proceso no termina aquí, adjudican a los demás sus angustias, pensando que sólo les van a ver en sus “defectos”,  los granos que me han salido en la cara, lo blanca que estoy o lo grande que tengo la nariz.

La imagen corporal es la representación mental que cada uno tenemos de  nuestro cuerpo, es decir, la imagen que cada cual tiene de sí mismo y el modo en que cada uno cree que los demás le ven. Es plenamente subjetiva y no depende de nuestro cuerpo real. Estando en relación directa con nuestra autoestima y nuestro autoconcepto, es decir, como nos sentimos y como nos valoramos. Esta imagen se irá construyendo desde que nacemos a partir de la mirada de las personas que forman nuestro entorno más cercano, de cómo ellos se estimen, porque serán nuestros modelos. Más tarde, pasaremos al contexto educativo que también nos dejarán una huella, según las experiencias que vayamos viviendo. Hasta llegar a la adolescencia, momento en que se produce una maremoto psíquico y físico, donde se dan enormes cambios físicos y emocionales, todo tiene que reajustarse para poder crear nuestra identidad.  Sin olvidarnos, que estamos inmersos en una sociedad en la que hay un culto al cuerpo, a la delgadez extrema, a la “belleza” y a la juventud eterna.

Lamentablemente todos estamos inmersos en este ambiente, habiendo personas que tienen más dificultades para aceptarse como son, con sus peculiaridades y no dejarse llevar por la moda, hasta el punto de que lo único importante es el aspecto físico, como si solo fuesen un cuerpo.  Pero no un cuerpo para cuidarlo, respetarlo y aceptarlo. Viéndolo como una parte, que no es el todo, la belleza está en el equilibrio entre lo físico, lo emocional, lo intelectual y lo psíquico.  En la esencia de las personas que somos internamente. Dependiendo de ello nos sentiremos a gusto en nuestra piel o intentaremos deshacernos de él, como si fuera un abrigo que ya no nos gusta,  lo desabrochamos y lo tiramos en un rincón.




domingo, 27 de mayo de 2012

El enamoramiento: Cuando todo nos recuerda a esa persona..


Me contaba esta semana, una paciente, entre risas, con los ojos chispeantes y tímida como una adolescente,  que había conocido a un hombre, alguien especial…

En estos momentos no puedes dejar de sonreír, porque empáticamente te sitúas en lo que ella está sintiendo…¡Está enamorándose! Esta etapa que hoy en día, en nuestra sociedad de prisas, tiende a obviarse, porque no hay espacio ni tiempo, para el juego de seducción, en el que nada está dicho, todo hay que ir viviéndose momento a momento…sin tener la certeza de qué ocurrirá, Pero siendo crucial, para asentar las bases de una relación si llega a darse. O para disfrutar de sentirnos conectados emocionalmente, permitiéndonos esa ilusión que nos conmueve y nos demuestra que continuamos vivos.

Conocemos a alguien y sin saber muy bien la razón, a veces podemos ponerle palabras, es atractivo, atento, interesante, tiene sentido del humor. Otras ni siquiera, tenemos claro que nos ocurre, solamente sentimos que esa persona está muy cerca de nosotros, todo nos sabe a ella. Sonreímos al recordarle, suena el móvil y esperamos que sea ella, escuchamos una canción romántica y parece que la han escrito para nosotros, la risa nos sale a borbotones cuando le vemos y hay todo un movimiento corporal de seducción, aunque no seamos conscientes de ello, pero inconfundible cuando  lo vemos desde fuera “que bonito”.

Pero no todo es tan bucólico, sentimos y sentimos, estamos vivos, con los sentimientos a flor de piel… lo que también nos provoca reservas, miedo a sentirnos vulnerables y que nos hagan daño. Intentar cuidarnos y no mostrarnos del todo, dejar entrever un poquito y a ver qué pasa, esperando…Y aparecen las dudas ¿sentirá lo mismo que yo? ¿Qué querrá decir con ese sms? ¿Y por qué no dice de quedar? Es natural, también hay que tolerar la incertidumbre, darnos cuenta que la otra persona es diferente y no sabemos de ella, se irá construyendo un nosotros o tal vez no, depende como vayamos jugando, lo que vayamos sintiendo y pensando, si nos compensa, si nos llena…

Porque pueden pasar varias opciones:
  •  El otro no siente lo mismo y se retira…
  •  Si que se ha dejado llevar al principio, pero para él no es el momento, tiene miedo al fracaso, le supera el juego de “no saber que va ocurrir”, la vida le ha dañado y las heridas todavía están abiertas o  simplemente, prefiere continuar anestesiado emocionalmente.
  • O la que todos los enamorados desean…sentirse en sincronía y dejasen llevar por lo que va ocurriendo, escribiendo su historia, día a  día…
  • Y si las cosas no salen cómo nos imaginábamos o cómo esperábamos, es importante, no perdernos a nosotros mismos...Como en los bailes de época cuando el caballero cortésmente se inclina agradeciendo el baile a la dama, podamos mirar simbólicamente a los ojos a la otra persona y darle las gracias por lo vivido. Dejándola marchar si así tiene que ser… 



martes, 15 de mayo de 2012

Primera impresión: ¿Qué podemos hacer para dar una buena imagen?


¿Quién no ha conocido a una persona y en unos minutos, ya se ha hecho una opinión sobre ella…?

Nuestro mundo está lleno de relaciones sociales, sean profesionales o personales, conocidas, de amistad e intimas. Y todas ellas, nacieron a través de un  primer encuentro, que nos causo un impacto personal para bien o para mal.

Cuando hablamos con alguien, sólo una pequeña parte de los que nos transmite con sus palabras, nos influye, en concreto sobre un siete por ciento.La primera impresión se basa en el lenguaje de su cuerpo, captándolo a nivel inconsciente, por ese motivo, a veces conocemos a alguien y nos encontramos muy cómodos y relajados, nos inspira confianza y queremos alargar  el momento, sin saber, qué nos ha producido esa sensación de agrado. También puede ocurrir lo contrario, nos presentan a una persona y algo dentro nos “chirria”, sentimos una especie de rechazo y el deseo de poner una distancia de seguridad, sin ser conscientes de la razón exacta.

Y nos preguntamos, ¿en qué consiste ese lenguaje corporal, que se comunica sin necesidad de palabras? Lo que nos llega y afecta del otro, es  como una especie de “collage” de como vemos al otro en conjunto, teniendo en cuenta de forma automática, distintos factores y su interacción mutua. Entre ellos están, el aspecto, la postura corporal, los gestos de las manos, la sincronía de su cuerpo con lo que nos transmite verbalmente, la expresión facial, su sentido del humor, tono de voz, la intensidad de su mirada y la naturalidad de su sonrisa…
En esta lectura que hacemos  del otro, interviene cómo lo “miramos”, nuestra historia vital, educación, tipo de cultura en la que estamos inmersos, prejuicios adquiridos, apertura de miras, nivel emocional, etc. Por eso, se dice que “para gustos están los colores”

¿Entonces qué podemos hacer para dar una buena imagen? Además de ofrecer  nuestra mejor sonrisa y apariencia, es importante que seamos auténticos, espontáneos y coherentes en cómo nos situamos, lo qué hacemos y lo que decimos,  porque esto se transmite de forma natural. De nada sirve ir como un “pincel”, si parece que estamos interpretando un papel y no acabamos de creérnoslo. Y por último, tener en cuenta dos cuestiones, primero no podemos agradar a todo el mundo, lo importante es sentirnos bien en nuestra “piel” y lo segundo, aunque es muy complicado re-considerar el “primer escáner” que hacemos a una persona, no es irrevocable, en ocasiones nos pueden sorprender si dedicamos un tiempo para conocerla más en profundidad.


martes, 8 de mayo de 2012

Sobrecarga emocional: ¿Nosotros pasamos por la vida o la vida por nosotros?



Sientes que vas todo el día acelerado, las tareas pendientes se acumulan a tu alrededor y tú no llegas…

Las actividades se solapan una con otra, trabajo, encuentros sociales, familia, pareja, ejercicio físico, técnicas de relajación. Es un parar, haciendo lo que se supone es adecuado, digno y saludable,  pero te miras al espejo y no te “ves” tranquilo, feliz ni satisfecho.

Suena el reloj, por la mañana ¡otro día, ya es la hora, no…! Deseando  esconderte debajo de las sabanas y que  el mundo siga rodando, pero entonces empiezas a autoconvencerte, “venga ponte las pilas”, “hay que hacer esto, lo otro…”  Y el día, va transcurriendo, mientras  cada vez estás más cansado, apático y con menos ilusión. Esperando que llegue la noche y poder descansar, te metes a la cama y… el sueño reparador ha cedido el lugar a un continuo  bombardeo de pensamientos y sensaciones, aderezado con la rabia de no poder dormir y la certeza de que mañana, te vas a sentir como un trapo…

Tal vez este insomnio, sea beneficioso, para hacer un alto en el camino y  replantearme qué estoy haciendo con mi vida, por qué tengo que llevar esta pesada mochila, que ni siquiera soy consciente de lo qué contiene. Siendo valiente para echar un vistazo, si digo valiente, porque puede llegar a impresionarnos como nos hemos perdido a nosotros mismos, nuestra esencia, ilusiones, lo que nos hacia reír, estar a gusto solos o con alguien al que queremos, el disfrutar de las pequeñas cosas.

Al mirar, quizás nos cueste reconocernos, difuminados por decepciones, frustraciones, compromisos asfixiantes, perfección desmedida, sobreexisgencia, querer llegar a todo, complacer a los demás, retos desalentadores, “chupocteros emocionales”, sueños rotos y vacio, mucho vacio. Y llegados a este punto hay dos opciones, cerramos la mochila horrorizados, negamos lo que ocurre y seguimos un poco más muertos cada día o afrontamos la tristeza, el dolor y todo lo que conlleva un cambio, para sentir que nosotros pasamos por la vida y no la vida por nosotros,

jueves, 3 de mayo de 2012

La verdadera amistad


La amistad es la relación reciproca, entre dos o más personas. Nos permite crecer juntos, compartir y descubrirnos mutuamente. Se centra en la esencia del otro, en ese cautivarnos por como es, no por sus puntos fuertes ni por  conveniencia. No importa si es alguien que hemos conocido hace poco y hemos conectado de manera especial o una amistad de toda la vida.

El buen amigo no anula, sino que potencia. Está presente, aunque esté lejos, porque lo sentimos a nuestro lado, tanto en los buenos momentos, cuando la vida nos sonríe, como en los malos y nos invade el dolor. Nos sentimos arropados por sus palabras, su mirada, su hacer silencioso, porque no necesita propagar a los cuatro vientos, lo bueno que es. Compartimos risas, lágrimas, conocimientos, consejos, secretos y lo más importante, su compañía. No es manipulador, envidioso, exigente ni agobiante, permite el espacio y provoca el encuentro.

En definitiva la amistad verdadera, no esa de apariencia, se asienta en unos pilares fundamentales, siendo difícil derruirlos cuando son verdaderos:
-  La sinceridad, expresando lo que realmente pensamos, porque nos sentimos comprendidos, sin    temores ni reservas.
 La empatía, comprendiendo lo que el otro siente y poniéndonos en su lugar, escuchando sus palabras y sus silencios, también.
- La autenticidad, sin trampas ni mascaras.
-   La incondicionalidad, tener la seguridad, que si nos necesitamos, vamos  a estar ahí.
- El amor, el cariño, esa sensación de buscarnos porque nos sentimos a gusto, disfrutando del calor y cuidado mutuo.

lunes, 30 de abril de 2012

La soledad


Está solo quien no tiene compañía y también quien la tiene, pero no se siente acompañad@. Hay personas que eligen estar solas, bien sea por momentos (para estar con uno mism@, leyendo, escuchando música o simplemente tumbad@ en el sofá) o temporadas de la vida, en que uno por elección y convicción, vive sol@, porque no está dispuest@ a pagar cualquier precio, por sentir que comparte una relación, una casa o una cama. Continua con su vida, sin esperar ni desesperar por encontrar a alguien, aunque si  aparece, tampoco lo niega.

Y afinando un poco más, aunque no por ello, menos real,  está la soledad que uno siente, internamente, por muchas personas que haya alrededor. Esta soledad, ausente en lo que nos “vendieron” desde pequeñitos, por la que nos sentimos estafados y reclamamos mentalmente “perdone, a mi me dijeron que si estaba con alguien, tenía pareja, amigos, salía… yo no iba  a sentir esto…” Pues si… ¿Cuántas veces nos hemos sentido solos en una reunión? ¿O hemos salido a la calle, transitada de un montón de personas, pero a la vez  “desierta”? ¿Miramos a nuestra pareja y la sentimos, como un extrañ@, a kilómetros de distancia?

Pero aquí, no queda todo sobre la vivencia de soledad, esta sensación que cala hasta los huesos y provoca en determinadas personas, tomar medidas drásticas en un afán de zafarse de ella. Buscando el calor  “tóxico” de sustancias, de relaciones, de un “sin parar” para no pensar,  en definitiva un encadenamiento de elecciones desafortunadas, sin fin. Sin poder darse cuenta, que uno por mucho que huya, la soledad le va a (per)seguir, hasta que  pueda pararse, mirarla y aceptarla como parte de nuestra vida, con y sin compañía.



Hoy es San Valentín, y mañana, y pasado, y al otro...,


San Valentín, día de los enamorados, dulce amor…

“Mañana es San Valentín y todavía no le he cogido nada a Pedro” me decía Marta en medio de la sesión. Ante la pregunta ¿cogerle? Continua “es que no sé el qué y nada me hace ya ilusión, se ha convertido en una rutina, pero si no lo haces es como que quedas mal. Imagínate que él me trae algo y yo no tengo nada (se ríe) o me preguntan mis amigas”.

Parece que la mayoría tenemos presente este día, para bien o para mal, es nombrado y polémico. Unos lo ven desde el romanticismo, porque no tener un día y vivirlo con ilusión. Es hermoso ¿Y por qué no? La pregunta que viene luego es ¿Por qué no vivirlo “todos” los días?

Otros argumentan que es un día plenamente consumista, característico de esta sociedad, en que los centros comerciales se ponen las botas. Pues sí, eso parece. La cuestión es por qué tiene que ser así. ¿Siempre hay que gastar para demostrarle a nuestra pareja que lo queremos? Quizás, como ahora decimos que hasta respirar cuesta dinero, nos hemos olvidado que hay detalles, curiosamente los más valiosos, los que nos nacen desde el corazón, que son gratis. Un beso con cariño, una caricia suave e inesperada, una mirada cómplice, un ser creativo y preparar algo “especial” y entonces se nos enciende “la bombilla” ya estamos con especial, ¡a comprar!… no, no es necesario, detengámonos y pensemos en algo distinto, un encuentro romántico, una carta, una provocación, un renovar nuestra pasión y deseo sexual, pueden ser tantas cosas…

Porque señores, no hay nada que sea más mortífero para el amor y para una relación de pareja, que los corsés de la obligación (tengo que regalarle), vivir algo como una carga (imagínate que él tiene algo o si me preguntan mis amigas) y dejarte que te invada la monotonía y la apatía (ya nada hace ilusión). Desde luego, con esta perspectiva, no me extraña, no hay mucho calor ni emoción ¿Pero dónde se quedo?  Tal vez en nuestra comodidad, en sentir a nuestra pareja segura, en mirar para otro lado. Y mientras tanto podemos entrar en debates intelectuales, sentirnos salvados y tranquilos en compañía de nuestra lógica.

Pero en el fondo, si conectamos con nosotros mismos y nos olvidamos del ruido del afuera,  no sería hermoso cuidar mi relación, improvisar, dejarme llevar…no por ser San Valentín, sino porque mi pareja está ahí y quizás hace tanto que no se siente mirad@, desead@, cuidad@…


www.psicoeli.org

Sensación de fracaso.



¿Quién no ha sentido alguna vez que ha fracasado en algo? ¿O derrotado por alguna circunstancia de la vida que nos, ha golpeado de pleno? Posiblemente todos…Es una sensación intensa, dolorosa, inevitable, pero también dependiendo como lo vivamos, muy importante para nuestro desarrollo personal. El fracaso nos hace sufrir, pero a la vez, nos permite aprender y superarnos, si lo afrontamos con entereza. 

Hay que distinguir un fracaso real y objetivo, que produce frustración y desagrado, pero poco a poco, conforme nos vamos adaptando,  ira decayendo. A  otro tipo de sensación de fracaso, interna, que no se ajusta a que nos haya ocurrido algo negativo, sino que nos acompaña, como nuestra sombra y en determinadas ocasiones se dispara debido a nuestras propias inseguridades.  Puede ser por un afán de perfeccionismos, por tener unas expectativas muy altas sobre lo que quiero conseguir, sintiéndome fatal cuando nos las puedo alcanzar o por sentimientos de inferioridad, en que me siento poca cosa y no puedo mirar con optimismo ni el pasado, ni el presente, ni por supuesto el futuro. 

Aunque es fácil decir y complicado empezar a ver luz, cuando me invade la oscuridad, es muy importante ser conscientes, de que el fracaso forma parte de la vida igual que el éxito.


sábado, 28 de abril de 2012

¿Sientes que dependes de tu pareja?


Hay personas que mantienen una relación de pareja y no la viven como un enriquecimiento mutuo, en el que compartimos nuestra vida y cada día elegimos hacerlo, porque es lo que deseamos.

Me comentaba una persona, con mucha angustia " Yo no podría vivir sin él, es como que me falta el aire, no sabría qué hacer si él me dejara...".

Esta forma de depender emocionalmente del otr@, acarrea una forma de situarme  en la relación en la que cada vez voy ahogando más al otro y yo tampoco me siento bien, ya que mis inseguridades van creciendo cada vez más y más…  Boicoteando, precisamente lo más importante para mí, la posibilidad de tener una relación en la que los dos nos sintamos satisfechos.

Ya que sin poder evitarlo, luzco mis mejores galas:

  •  Tengo una necesidad excesiva de mi pareja, deseos constantes de hablar, querer compartir todo (y recalco todo). Por lo que acabo agobiándolo.    
  •  Espero ser exclusiv@ para mi pareja, aislándome, para dar una prioridad absoluta a mi relación
  • Tengo pánico a que me deje ¿qué iba a hacer yo?
  • Acabo sometiéndome a sus deseos, aunque no me lo pida, es tan grande mi afán de agradarle…
  •  Pienso que es maravillos@,  niego cualquier aspecto que no me guste.
  •  Y al final, me voy perdiendo en el camino, intentando camaleónicamente ser como él.

Una idea para pensar…porque no nos equivoquemos esto es muy usual en las relaciones de pareja.
Personas muy validas en otras parcelas de su vida, mientras no tenga que ver con  la cuestión afectiva…