¿Quién no ha conocido a una persona y en unos minutos, ya se ha hecho una
opinión sobre ella…?
Nuestro mundo está
lleno de relaciones sociales, sean profesionales o personales, conocidas, de
amistad e intimas. Y todas ellas, nacieron a través de un primer encuentro, que nos causo un impacto
personal para bien o para mal.
Cuando hablamos con
alguien, sólo una pequeña parte de los que nos transmite con sus palabras, nos
influye, en concreto sobre un siete por ciento.La primera impresión se basa en
el lenguaje de su cuerpo, captándolo a nivel inconsciente, por ese motivo, a
veces conocemos a alguien y nos encontramos muy cómodos y relajados, nos
inspira confianza y queremos alargar el
momento, sin saber, qué nos ha producido esa sensación de agrado. También puede
ocurrir lo contrario, nos presentan a una persona y algo dentro nos “chirria”,
sentimos una especie de rechazo y el deseo de poner una distancia de seguridad,
sin ser conscientes de la razón exacta.
Y nos preguntamos, ¿en
qué consiste ese lenguaje corporal, que se comunica sin necesidad de palabras?
Lo que nos llega y afecta del otro, es como una especie de “collage” de como vemos al
otro en conjunto, teniendo en cuenta de forma automática, distintos factores y
su interacción mutua. Entre ellos están, el aspecto, la postura corporal, los
gestos de las manos, la sincronía de su cuerpo con lo que nos transmite
verbalmente, la expresión facial, su sentido del humor, tono de voz, la
intensidad de su mirada y la naturalidad de su sonrisa…
En esta lectura
que hacemos del otro, interviene cómo lo
“miramos”, nuestra historia vital, educación, tipo de cultura en la que estamos
inmersos, prejuicios adquiridos, apertura de miras, nivel emocional, etc. Por
eso, se dice que “para gustos están los colores”
¿Entonces qué podemos
hacer para dar una buena imagen? Además de ofrecer nuestra mejor sonrisa y apariencia, es
importante que seamos auténticos, espontáneos y coherentes en cómo nos
situamos, lo qué hacemos y lo que decimos, porque esto se transmite de forma natural. De
nada sirve ir como un “pincel”, si parece que estamos interpretando un papel y
no acabamos de creérnoslo. Y por último, tener en cuenta dos cuestiones,
primero no podemos agradar a todo el mundo, lo importante es sentirnos bien en
nuestra “piel” y lo segundo, aunque es muy complicado re-considerar el “primer
escáner” que hacemos a una persona, no es irrevocable, en ocasiones nos pueden
sorprender si dedicamos un tiempo para conocerla más en profundidad.
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