viernes, 19 de abril de 2019

Anoche soñé...




Anoche...
...soñé que existía la justicia, en un mundo que todos éramos iguales ante la ley, no había diferencias. Tampoco existían fronteras, concertinas, ni personas que se jugaban su vida, en busca de una más habitable. Para terminar después de semejante periplo, muriendo de cualquier manera posible, algunas incluso viviendo, al no ser vistos o acabar repudiados.
...soñé que los políticos representaban a la sociedad y les importaba el bienestar social, la cultura, la educación, la sanidad. etc. Pero no de palabrería hueca, ¡era de verdad! Dejaban la solemnidad en casa, junto a las certezas... y se cuestionaban, miraban y escuchaban al pueblo, a la gente, a nosotros.
...soñé que los niños eran cuidados, protegidos y contenidos. Los padres se responsabilizaban, se preguntaban... Sostenían emocionalmente, limitaban y se limitaban a ellos mismos, no volcaban sus ideales, no sobreprotegían dejando en la mayor desprotección, ni exigían sin capacidad de poder ver a su hijo real...
...soñé que podíamos confiar y creer en la mirada del otro, que la sinceridad y honestidad primaban sobre el interés y la perversión, del todo vale. Que el encuentro con alguien iba más allá, de un estar sin estar, conectados por una red virtual.
...soñé que las personas con dificultades físicas, psíquicas e intelectuales desde niños-as, estaban totalmente integradas en nuestro día a día. Que la diversidad y la inclusión no eran conceptos que vendían mucho, pero se ponían poco en práctica. No eramos tan miopes, para hacerles víctimas de nuestra propia incapacidad social, teníamos una visión empática, más allá de nuestro narcisismo. 
...soñé que las personas nos uníamos para crear redes, apoyándonos unos a otros. Sin ahogar, sin someter, sin borrar la individualidad y sin estar (pre)ocupados, por quien se llevaba el trozo más grande de la tarta. Así juntos navegábamos cargados de principios comunes, intentado construir un mundo con más color y calor.

...soñé y al despertar esta mañana, lo recordaba nítidamente, mientras saboreaba mi café y el cielo nublado asomaba recortado, a través de la ventana.