domingo, 3 de mayo de 2020

Adolescencias, con prisa y sin pausa




Los días trepidantes,
seguidos de sus lánguidas noches,
desafilaban incansables,destilando años, horas, minutos…
Igual que esas hojas de margarita,
que deshojábamos alegremente,
sin poder percibir,
como iban cayendo, lentamente,en el frío suelo.

Sólo era una fantasía,
un juego de querer tocar el futuro tímidamente,
apenas con las puntas de los dedos.
Casi rozándolo...
Mientras sentíamos el calor de lo que estaba por llegar
¡Cuánto por experimentar! 
Todo era posible,
puentes y puentes, por transitar,
pieles por descubrir, sueños que construir...

La ingenuidad no nos permitía ver más allá,
ni siquiera imaginábamos mientras jugábamos a ser adultas,
que la vida tenía capítulos con títulos sombríos,
llenos de dolor y decepción,
con fantasmas acechando
y la muerte escondida,
con su afilada guadaña,
decapitando ilusiones, proyectos,
y también, personas que creíamos siempre nos acompañarían.

La esperanza en lo que vendría y la fuerza de vida,
podía con todo,
envolvía los momentos plenos de pasión, goce y transgresión.
De la misma forma,
pero con un delicado y transparente tul,
esos periodos que nos sentíamos perdidas,
desorientadas ante un cuerpo que se iba transformando,
 y un sinfín de esquinas con nuevos vientos zarandeándonos,
hasta que pasaba, como un vendaval,
 y después, exultante el sol volvía a brillar.

Así se iba dibujando nuestra adolescencia, 
con trazos gruesos y finos, 
Con prisa y sin prisa.