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martes, 1 de enero de 2019

Un brindis por el año nuevo




Las despedidas siempre tienen un punto agridulce, uno echa la vista atrás y recuerda... 
Evoca los momentos dulces, tiernos y los que te han hecho sentir tristeza, dolor, decepción. 
Para mí, este año, especialmente éste, ha sacudido fuerte, de estas etapas en que la vida se empeña en medirte las fuerzas, ¡y te las mide.! Y caminas, como puedes, atraviesas el duelo, y lloras, y te levantas y continúas.... 
El tiempo va pasando, y de pronto, te sorprendes riéndote con una amiga, sintiendo la ternura de una mirada, la calidez de un abrazo de esos que te reconfortan por dentro, la alegría de alguien que aparece y te hace tintinear a un ritmo nuevo el corazón. 
Y así, paso a paso, empiezas a disfrutar, a aprehender el valor de la amistad, de que te quieran bien, de no perderse una, de cerrar puertas y abrir ventanas, de par en par... 
Aprehendes a escuchar el sufrimiento, el propio y el del otro, qué no es excluyente de crear, de reír, de bailar, de rozar piel, en definitiva, de sentirse una viva. 
Así me gustaría despedir este año, con todo lo que he vivido, rodeada de las personas que quiero, que han estado y han permanecido. Pero sin olvidarme, de los que sufren por el dolor inherente de la vida, por los que no tienen hogar, por los que no tienen tierra, por los que no tienen ilusión de vivir, por los que sufren físicamente y psíquicamente.
Espero que este año que viene nos permita no olvidarnos que somos humanos, que no existen los “invisibles”, que están, y que cualquiera de ellos, podríamos ser nosotros... 
Y para terminar, quiero darle la bienvenida al año nuevo y hacer un brindis... ¡¡Por el amor, el amor a la vida, el amor a las personas sin distinción de color, género ni clase social, el amor a lo que nos apasiona y conmueve. Y ante todo, el amor y respeto a un@ mism@, porque sólo así seremos capaces de poder mirar(nos) y mirar a los demás...!!

lunes, 2 de abril de 2018

Transitando urgencias



El sábado  por la mañana, de forma no prevista ni deseada, interrumpiendo las esperadas vacaciones, aterrizamos en  urgencias del Hospital Clínico Lozano Blesa.  Acompañaba a un familiar, mayor, cansado y desorientado. 
Tuvimos que esperar, había muchas personas para ser atendidas. Cuando les fue posible al equipo de profesiones, le hicieron las pruebas que consideraron pertinentes,  poco a poco. En el transcurso del tiempo que estuvimos ali, le fueron dando respuestas, un diagnóstico hipotético de lo que le podía ocurrir...Y como siempre, poner palabras, darle significado a lo que a uno le ocurre, calma, a él también. 
Esta atención, junto a un trato profesional, pero cercano (no sólo con lo que dicen, sino cómo lo dicen) usando un tono de voz de comprensión y ternura, ayuda a tolerar la incertidumbre, el sufrimiento, el salir de tu zona de confort, etc. ¿Qué más se puede pedir? 


Afortunadamente, uno se da cuenta, que todavía hay personas que trabajan por vocación y que los valores humanos -que tan en desuso están en nuestra sociedad- aquí, en los hospitales, donde hay tanto dolor, siguen en vigencia.

domingo, 26 de abril de 2015

Invisibles, los no vistos ni oidos



Un repentino escalofrió me recorre la espalda,
ante determinados comentarios que "felizmente" hacen algunas personas,
parece que nunca voy a dejar de sorprenderme,
Hablan, como si estuviesen protegidos por halos mágicos,
imperturbables, en  acomodadas vidas.
Totalmente ajenos a lo que ocurre en el mundo,
 y especialmente, al común de los mortales que lo habitamos.
Antes, ingenuamente, creía que no era posible mirar hacia otro lado,
dar la espalda al dolor y huir de la amargura del que tenemos en frente...
Pero me equivocaba hay personas, muchas, que sí.
Deciden no ver las noticias,  para no enterarse de lo “malo que pasa",
dedicando su tiempo a actividades que les permitan continuar sin pensar ni pensarse...
Ni les llega a rozar el sufrimiento del otro, el ajeno.
Acaso para Navidad, tal vez…
El resto del año, se ignora todo que pueda estropear la idea de un mundo multicolor.
Se  borran las guerras crueles, que se cobran la vida de tantos inocentes… pero en el fondo, son tan lucrativas.
Se persigue y se menosprecia, al que tuvo que abandonar su tierra,  exponer su vida… en busca de un futuro.
Pero claro, esto queda un poco lejos, es el tercer mundo, ¡nosotros los "civilizados" estamos a salvo!... hasta que de pronto se nos rompió la burbuja, no sólo la inmobiliaria, sobre todo se resquebrajo la de la soberbia, esa que nos permitía sentirnos intocables
Y aún así, a algunos todavía les cuesta mirar a su alrededor,
ver a los que están inmersos en el dolor…
A los que perdieron su trabajo y perplejos asistían al desmoronamiento de  su vida, sin poder hacer nada para evitarlo.
A los que les desahuciaron de su casa, pero también de su hogar.
A los que perdieron a sus hijos, desgarrándose por dentro.
A los que tienen que mendigar, los nuevos invisibles,  los no vistos ni oídos.
Y pienso yo, que quizás sólo recuperen la visión, dejen de ser miopes,
cuando les toque a ellos en sus carnes el dolor, la injusticia, la desesperanza.
Y un día, lleguen  a su puerta y sin llamar ni siquiera,
se cuelen...  esos "males" de los que se creían inmunizados,
ocupen su confortable sofá, echándoles, sin miramiento
de su vida aparentemente estética, poco ética y demasiado predecible.