Se nos olvidó que nacimos fruto del amor (en el mejor de los
casos) y el deseo, de dos personas que
en un momento dado... sus vidas se encontraron.
Se nos olvidó que nos fuimos constituyendo cómo somos, a partir de la ternura y el afecto de nuestros padres.
Se nos olvidó o quizás nunca fuimos conscientes, de lo
importante que fue para nosotros jugar (probar, experimentar, divertirnos,
elaborar situaciones complicadas, desarrollar nuestra imaginación, etc.). Sí,
claro todo esto hacemos mientras "perdemos el tiempo jugando“”… y por eso lo
ganamos, aplastando a nuestros hijos con
mil actividades, eso sí, programadas y adecuadas.
Se nos olvidó que las etapas hay que atravesarlas, no
quemarlas, contaminarlas o no permitirlas… ¿Dónde quedo nuestro recuerdo? Lo necesitamos
para que nos acompañe y así poder acompañar sin empujar, estirar ni zarandear.
Se nos olvidó la importancia de los límites coherentes, muchas
veces, brillando por su ausencia. Y dejando a nuestros hijos vagando en la
confusión, sin referentes ni referencias.
Se nos olvidó que un buen padre, no es un padre perfecto, sólo suficientemente bueno
y presente.
Se nos olvidó que la vida va engarzada con dolor y
satisfacción, con alegría y tristeza, con presencia y ausencia, con esfuerzo y
deseo… ¡Se nos tuvo que olvidar!, sino no entiendo cómo los zambullimos en la
tierra del placer, lo rápido y eficiente.
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